¡¡¡En las Alas de la alegría…!!!

En este Shabat 17 de setiembre del año 2022 del calendario gregoriano, 17 del mes de Elul de 5782 del calendario hebreo, leemos en la Torá la parasha (sección) Ki Tavó (cuando vengas) (Deuteronomio 26:1 – 29:8) 

 

La felicidad, decía Aristóteles, es el bien supremo al que aspiran todos los seres humanos.  Pero en el judaísmo no es necesariamente así.  

Ashrei, (La Biblia Libro del Pueblo de Dios la traduce como “Feliz”.

La Biblia Latinoamérica la traduce como “Dichoso”) la palabra hebrea más cercana a la felicidad, es la primera palabra del libro de los Salmos.  

Pero Ashrei no es el valor central de la Biblia hebrea.

Casi diez veces más frecuente aparece la palabra simjá , (alegría).

Es uno de los temas fundamentales de Deuteronomio como libro. 

La alegría juega un papel clave en dos contextos en la parashá de esta semana. 

Uno tiene que ver con llevar las primicias al Templo de Jerusalén.

Después de describir la ceremonia que tuvo lugar, la Torá concluye de la siguiente manera:

“Luego te regocijaras por todos los bienes que Él te concede, a ti y a tu casa, y también se alegrarán el levita y el extranjero que viven contigo”.(Deuteronomio 26:11)

La falta de alegría puede no ser la mejor manera de vivir, pero seguramente ni siquiera es un pecado.

¿Qué quiere decir la Torá cuando atribuye el desastre nacional a la falta de alegría?

¿Por qué la alegría parece importar más en el judaísmo que la felicidad?

Para responder a estas preguntas primero debemos entender la diferencia entre felicidad y alegría.

Así es como el primer Salmo describe la vida feliz:

“Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos, sino que se complace en la Tora del Señor y la medita de día y de noche”.

El es como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su debido tiempo, y cuyas hojas nunca se marchitan: todo lo que haga le saldrá bien”. (Salmos 1:1-3)

Esta es una vida serena y bendecida, concedida a quien vive de acuerdo con la Torá.

Como un árbol, tal vida tiene raíces.

No se mueve de un lado a otro por cada viento o capricho que pasa. 

Tales personas dan frutos, se mantienen firmes, sobreviven y prosperan.

Sin embargo, a pesar de todo eso, la felicidad es el estado de ánimo de un individuo.

Simjá, (alegría), Simjá en la Torá nunca se trata de individuos. Siempre se trata de algo que compartimos.

Un hombre recién casado no sirve en el ejército durante un año, dice la Torá, para poder quedarse en casa “y traer alegría a la esposa con la que se ha casado”. (Deuteronomio 24:5 )

Llevarás todas tus ofrendas al santuario central, dice Moisés, para que “allí, en la presencia del Señor tu Dios, tú y tus familias comeréis y os regocijaréis en todo lo que habéis hecho, porque el Señor tu Dios te ha bendecido.” (Deuteronomio 12:7 )

Las fiestas como se describen en Deuteronomio son días de alegría, precisamente porque son ocasiones de celebración colectiva: “tú, tus hijos e hijas, tus siervos y siervas, los levitas en tus ciudades, y los extranjeros, los huérfanos y las viudas que viven entre vosotros.” (Deuteronomio 16:11 )es alegría compartida.

No es algo que experimentamos en soledad.

La felicidad es una actitud ante la vida como un todo, mientras que la alegría vive en el momento.

La felicidad es algo que persigues.

Pero la alegría no lo es. Te descubre. Tiene que ver con un sentido de conexión con otras personas y con Dios.

Proviene de un reino diferente al de la felicidad.

Es una emoción social. Es la alegría que sentimos cuando nos fusionamos con los demás. Es la redención de la soledad.

La alegría no es diversión. La alegría es, a menudo, silenciosa y profunda, resuena en nuestro interior más íntimo, expresa el júbilo del alma.

Mientras la pura diversión intenta que no escuchemos voces recónditas de nuestro ser, la alegría toma esas voces para expresarse.

No corremos detrás de la alegría, ella se presenta en nuestra vida, nos envuelve.

Mientras la diversión nos excita, la alegría nos calma, nos afirma.

La alegría es el fruto del movimiento del alma. De un alma que no se refugia del dolor ni de la tristeza, que los integra como parte de la vida, de un alma que no elude caminar también por las sombras, de un alma que no se escuda en la risa tonta, fácil y precaria de quien no quiere saber.

La alegría es el futo del movimiento de un alma que va hacia la vida y que no le teme ni pretende que ésta sea lo que no es o no sea lo que es. (Extraído de La vida plena de Sergio Sinay)

Paradójicamente, el libro bíblico más centrado en la alegría es precisamente el que suele considerarse el más infeliz de todos, Kohelet , (Eclesiastés). 

Kohelet (Eclesiastés) es notoriamente el hombre que lo tenía todo, pero lo describe todo como hevel , una palabra que usa casi cuarenta veces en el espacio del libro, y que se traduce de diversas maneras como "sin sentido", "inútil", "fútil", "vacío". o como La Biblia Libro del Pueblo de Dios lo traduce, “vanidad”.

De hecho, sin embargo, Kohelet (Eclesiastés) usa la palabra simja (alegría) diecisiete veces, es decir, más que todos los libros mosaicos juntos.

Después de cada una de sus meditaciones sobre la inutilidad de la vida, Kohelet (Eclesiastés) termina con una exhortación a la alegría:

Yo comprendí que lo único bueno para el hombre es alegrarse y buscar el bienestar en la vida. Kohelet (Eclesiastés) 3:12

Por eso, yo vi que lo único bueno para el hombre es alegrarse de sus obras, ya que esta es su parte… Kohelet (Eclesiastés) 3:22

Por eso, elogie la alegría, ya que lo único bueno para el hombre bajo el sol es comer, beber y sentirse contento… Kohelet  (Eclesiastés) 8:15

Kohelet (Eclesiastés) solo puede entenderse si nos damos cuenta de que hevel no significa "inútil", "vacío" o "fútil". Significa "una respiración superficial".

Kohelet (Eclesiastés) es una meditación sobre la mortalidad. Por mucho que vivamos, sabemos que algún día moriremos.

Nuestras vidas son un mero microsegundo en la historia del universo.

El cosmos dura para siempre, mientras que nosotros, los mortales que vivimos y respiramos, somos un mero suspiro fugaz.

Kohelet (Eclesiastés) está obsesionado con esto porque amenaza con robarle a la vida toda certeza. 

Nunca viviremos para ver los resultados a largo plazo de nuestros esfuerzos.

Moisés no condujo al pueblo a la Tierra Prometida. 

Sus hijos no lo siguieron a la grandeza. 

Incluso él, el más grande de los Profetas, no podía prever que sería recordado para siempre como el líder más grande que jamás tuvo el pueblo judío.

No sabemos qué harán nuestros herederos con lo que les dejamos.

No podemos saber cómo, o si, seremos recordados. 

Entonces, ¿cómo vamos a encontrar sentido en la vida?

Kohelet (Eclesiastés) finalmente la encuentra no en la felicidad sino en la alegría, porque la alegría no vive en los pensamientos del mañana, sino en la aceptación agradecida y la celebración del hoy. 

Estamos aquí; estamos vivos; estamos entre otros que comparten nuestro sentido de júbilo.

Estamos viviendo en la tierra de Dios, disfrutando de Sus bendiciones, comiendo el producto de Su tierra, regados por Su lluvia, fructificados bajo Su sol, respirando el aire que Él sopló en nosotros, viviendo la vida que Él renueva en nosotros cada día. 

Y sí, no sabemos lo que puede traer el mañana; y sí, nunca fue la opción segura o fácil vivir. 

Pero cuando nos enfocamos en el momento, permitiéndonos bailar, cantar y dar gracias, cuando hacemos las cosas por sí mismas y no por ninguna otra recompensa, cuando dejamos ir nuestra separación y nos convertimos en una voz en el coro de la ciudad santa, entonces hay alegría.

Uno de los hechos más conmovedores sobre el judaísmo y el pueblo judío es que nuestra historia ha estado plagada de tragedias, pero los judíos nunca perdieron la capacidad de regocijarse, de celebrar en el corazón de las tinieblas, de cantar el cántico del Señor incluso en una tierra extraña. (Ver Salmo 137)

Hay religiones orientales que prometen paz mental si podemos entrenarnos en hábitos de aceptación.

Ninguno de estos enfoques debe negarse, pero el judaísmo no es una religión de aceptación, ni los judíos han tendido a buscar una vida libre de riesgos.

Podemos sobrevivir a los fracasos y derrotas si nunca perdemos la capacidad de alegría. 

Eso no es una pequeña parte de lo que es ser judío.

De ahí la insistencia de Moisés en que la capacidad de alegría es lo que le da al pueblo judío la fuerza para resistir.

Sin ella, nos volvemos vulnerables a los múltiples desastres

Celebrar juntos nos une como pueblo: eso y la gratitud y la humildad que provienen de ver nuestros logros no como hechos por nosotros mismos sino como bendiciones de Dios. 

El gozo nos conecta con los demás y con Dios.

El gozo es la capacidad de celebrar la vida como tal, sabiendo que sea lo que sea lo que traiga el mañana, hoy estamos aquí, bajo el Cielo de Dios, en el universo que Él hizo, al cual Él nos ha invitado como Sus huéspedes.

Pensamos en el judaísmo como una oda a la alegría. 

Los judíos han conocido el sufrimiento, el aislamiento, las dificultades y el rechazo, pero nunca les faltó el coraje religioso para regocijarse.

Un pueblo que puede conocer la inseguridad y aun así sentir alegría porque su espíritu nunca puede ser quebrantado ni su esperanza destruida.

Como individuos podemos aspirar a la bondad que conduce a la felicidad, pero como parte de una comunidad moral y espiritual, incluso en tiempos difíciles, nos encontramos elevados en las Alas de la alegría.

 

Amanda Adriana Arimayn. Arquitecta

Arieh Sztokman. Rabino

 

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