Podemos elegir

En este Shabat 27 de agosto de 2022 del calendario gregoriano, 30 del mes Av de 5782 del calendario hebreo, leemos en la Torá la parashá Ree (Deuteronomio 11:26 – 16:17)

En cualquier situación que se presente podemos mirar hacia atrás o hacia adelante. Podemos preguntarnos ¿“Por qué pasó esto?” Podemos mirar hacia atrás buscando la causa en el pasado, O podemos preguntar ¿qué debo hacer?” o sea, mirar hacia adelante, tratando de elaborar algún destino futuro a partir de ese punto de partida.

Hay una diferencia sustancial entre las dos.

No puedo cambiar nada del pasado. Pero sí puedo cambiar el futuro.  

Mirando hacia atrás, me veo como objeto sobre el cual actuaron fuerzas por fuera de mi control. Mirando hacia adelante, me veo como sujeto, un ser moral que elige, que decide qué camino tomar desde aquí y donde quiero eventualmente estar.

Ambas son formas legítimas de pensar, pero una lleva al resentimiento,
amargura, ira y deseo de venganza.

La otra conduce al desafío, coraje, fuerza de voluntad y autocontrol.

El triunfo de la elección sobre el destino.
Los judíos lo hicieron a través de las enseñanzas transformadoras de vida de Moisés, especialmente en el libro de Deuteronomio, representadas en los primeros versículos de nuestra parashá.

“Mira, yo pongo ante vosotros el día de hoy; la bendición y maldición.

La bendición: Si escucháis los mandamientos de Adonai vuestro Dios, que yo os ordeno a vosotros en el día de hoy.

Y la maldición: Si no escucháis los mandamientos de Adonai vuestro Dios y os desviáis del camino que yo os ordeno a vosotros el día de hoy, para encaminaros en pos de dioses otros que no habíais conocido”. (Deuteronomio. 11:26-28)

A lo largo de Deuteronomio, Moisés repite: no piensen que vuestro futuro será determinado por fuerzas que van más allá de vuestro control. Ustedes están rodeados de factores que no controlan, pero lo que cuenta es cómo eligen.

Todo lo demás dependerá de ello. Si eligen lo bueno, les pasarán cosas buenas. Si eligen lo malo, eventualmente sufrirán.

Malas elecciones generan malas sociedades, y con ellas, con el tiempo, se pierde la libertad.

Yo no puedo elegir por ustedes.

La elección, dice una y otra vez, es enteramente vuestra: tuya como individuo, en segunda persona del singular, y vuestra como pueblo, en segunda persona del plural.

La resultante fue, notablemente, que los judíos no se sintieron como víctimas.
Y la figura clave en esto, muchos siglos después de Moisés, fue el Profeta Jeremías.

Él reiteró que la fortaleza de un país no dependía de la fuerza de su ejército sino de la fuerza de su sociedad.

¿Hay justicia? ¿Hay compasión? ¿La gente está preocupada por el bienestar de otros o solo del propio? ¿Hay corrupción en los altos mandos?
¿Los líderes religiosos tienen en cuenta las falencias morales del pueblo y creen que lo único que hay que hacer es seguir el ritual del Templo y todo andará bien, o sea que Dios nos salvará de nuestros enemigos?

Jeremías insistió, en pocas palabras, en que Dios no nos salvará de nuestros enemigos hasta que nosotros no nos salvemos de nuestros propios impulsos inferiores.

Cuando sobrevino el desastre, la destrucción del primer Templo de Jerusalem en manos de Nabucodonosor rey de Babilonia en el año 586 a.e.c., Jeremías proclamó una de las afirmaciones más importantes de la historia.

No vio la conquista de Babilonia como una derrota de Israel y su Dios.

Lo vio como una derrota de Israel causada por Dios.

Y fue esto lo que rescató la esperanza.

Dios está aún allí, decía, vuelvan a Él y Él retornará a ustedes.

No se consideren víctimas de los babilonios.
Defínanse como personas morales libres, capaces de elegir un futuro mejor.

Los judíos pagaron un elevado precio por concebir a la historia
como lo hicieron.

“Debido a nuestros pecados fuimos exiliados de nuestra tierra,” decimos repetidamente en nuestras plegarias.

Nos negamos a definirnos como víctimas de cualquier otro, sean los egipcios, asirios, babilonios, el destino, lo inexorable de la historia, el pecado original, las pulsiones inconscientes, la evolución ciega, el determinismo genético o la inevitable lucha por el poder.

Nos culpamos a nosotros mismos: “Debido a nuestros pecados.”

Es una carga de culpa muy pesada, insoportable, si no fuera por nuestra fe en el perdón Divino.

Pero la alternativa es más pesada aún, principalmente, asumir el papel de víctima, no preguntándonos ¿“Qué fue lo que hicimos mal?” sino ¿“Quién fue el que nos hizo esto?”

No es cuestión de echarle la culpa al otro, sino por el contrario, asumir nuestra responsabilidad y si hemos hecho al indebido, pues corregirlo, hacernos cargo del error, aprender de él, no repetirlo y hacer hacia adelante.

En este siglo XXI, año 2022, y siguiendo las palabras del profeta Jeremías, hagamos juntos para lograr paz, no esperemos mas a que otro, el Mesías, venga a resolver los problemas que nosotros, los seres humanos, hemos creado. El Mesías, somos nosotros juntos.

“Vean, estoy poniendo ante ustedes una bendición y una maldición.”

Ese fue el mensaje reiterado de Moises en el último mes de su vida.

Siempre existe la elección.
Como dijo Viktor Frankl (1905-1997), aún en Auschwitz teníamos una libertad que no nos la podían sacar: la libertad de elegir cómo responder.

El papel de víctima nos lleva a un pasado que no podemos modificar.

La elección nos conduce a un futuro que sí podemos cambiar, liberándonos de quedar cautivos de nuestro resentimiento.

El profesor Randy Pausch (1960-2008), en su última lección nos dice que fue diagnosticado de cáncer en el páncreas y que tenía poco tiempo de vida, y en esa disertación nos enseñó: “la vida es como un juego de naipes, no podés cambiar los naipes que nos han tocado, pero podemos elegir como jugar con ellos”.

Hay en realidad víctimas en este mundo y ninguno de nosotros debe minimizar sus vivencias.

Pero en muchos casos, no en todos, lo más importante es ayudarlos a recobrar su sentido de acción.

Esto nunca es fácil, pero es esencial para no sucumbir en la propia impotencia adquirida.

Nadie debe culpar a una víctima. Pero tampoco animar a que la víctima permanezca siéndolo.
De ahí la idea transformadora: Nunca te asumas como víctima.

No puedes modificar el pasado, pero sí tu futuro.

Siempre existe una elección, y ejerciendo la fortaleza de elegir, podemos elevarnos por sobre nuestro destino.

 

Amanda Adriana Arimayn. Arquitecta

Arieh Sztokman. Rabino

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