CONOCETE A TI MISMO

 

CONOCETE A TI MISMO

 

En este Shabat 10 de diciembre de 2022 del calendario gregoriano, 16 del mes de Kislev de 5783 del calendario hebreo, leemos la parashá Vaishlaj (envió) Genesis 32:4 – 36:43

 

¨Se quedo Jacob solo, y lucho con el un hombre hasta que rayaba el alba¨ (Genesis 32:24)

Existen varias teorías sobre la identidad del “hombre” que luchó con el patriarca esa noche. La Torá lo llama “un hombre.”

El profeta Oseas lo llama «ángel» (Oseas 12:4-5) Jacob mismo estaba convencido de que era Dios.

“Jacob llamó al lugar Peniel diciendo ‘Porque vi a Dios cara a cara y sin embargo mi vida fue perdonada.’” (Génesis 32:31)

Nuestra sugerencia al respecto es que solo podemos entender este pasaje al examinar toda la vida del patriarca.

Jacob nació sujetado del talón de Esaú. Le compró a él la primogenitura. Le robó la bendición. Cuando su padre, ciego, le preguntó quién era, le contestó mintiendo: «Soy Esaú, tu primogénito.” (Génesis 27:19)

Jacob era el niño que quería ser Esaú.

¿Por qué? Porque Esaú era el mayor. Porque Esaú era fuerte, maduro físicamente, un cazador.

Sobre todo, porque era el favorito del padre: “Isaac, a quien le gustaba la carne de animal salvaje, amaba a Esaú, pero Rebeca amaba a Jacob” (Génesis 25:28).

Lo que resulta en una tensión entre Jacob y Esaú.

Esa tensión crece hasta llegar a una intensidad inaguantable cuando Esaú descubre que la bendición que el padre tenía destinada para él fue tomada por Jacob, y Esaú jura matar a Jacob, una vez que Isaac ya no esté vivo.

Jacob huye a la casa de su tío Labán donde se encuentra con más conflictos; vuelve a casa cuando se entera de que Esaú se aproxima con una fuerza de cuatrocientos hombres.

En una descripción fuerte e inusual de las emociones la Torá nos dice que Jacob estaba «muy asustado y desesperado” (Génesis 32:7) – asustado, porque supuso que Esaú venía dispuesto a matarlo, y quizás la desesperación podía deberse a que el enojo de su hermano no era sin causa.

Todo el tiempo que Jacob quiso ser Esaú hubo tensión, conflicto, rivalidad. Esaú fue engañado; Jacob sintió miedo.

Esa noche, cuando estaba por encontrarse con Esaú después de veintidós años de ausencia, Jacob lucha con el ¨hombre¨, tal vez consigo mismo, que lo bendice, dándole fortaleza y paz de espíritu para que termine expulsando la imagen de Esaú, la persona que él quiso ser, y que había cargado consigo durante todos esos años.

Ese es el momento crítico de la vida de Jacob.

De ahí en más, está satisfecho consigo mismo.

Y solo cuando dejamos de querer ser otra persona, es que podemos estar en paz con nosotros mismos y con el mundo.

La Torá se explaya extensamente para darnos una imagen de su lucha por la identidad, que no era solamente la suya.

Muchos de nosotros hemos experimentado esta lucha. (La palabra avot utilizada para describir a Abraham, Isaac y Jacob no significa solamente “padres, patriarcas” sino también “arquetipos”).

No es fácil superar el deseo de ser otra persona, de desear lo que otros tienen, de ser lo que son.

De vez en cuando, la mayoría de nosotros lo sufre.

Más que ningún otro personaje en Génesis, Jacob está rodeado de conflictos: no solo con Esaú, sino también con Labán; Raquel y Lea; y con sus hijos, José y sus hermanos.

Es como si la Torá nos estuviera diciendo que mientras tengamos algún conflicto dentro de nosotros, habrá conflicto en nuestro alrededor.

Debemos resolver nuestra tensión interna, tener paz interior para estar en paz con el mundo.

Eso es lo que ocurrió en la parashá de esta semana.

Después de la lucha con el personaje desconocido, Jacob experimenta un cambio de personalidad, una transformación.

Le devuelve a Esaú la bendición que le sacó.

El día anterior le había entregado centenares de cabras, ovejas, carneros, camellos, vacas, toros y asnos.

Luego le devuelve la bendición diciendo “Que seas amo sobre tus hermanos, que los hijos de tu hermano se inclinen ante ti.” (Génesis 27:29). Jacob se inclina siete veces ante Esaú.

Lo llama “mi señor,” (33:8) y se refiere a sí mismo como “tu servidor.” (33:5) Él le dice “Por favor toma la bendición que ha sido traída a ti.” (33: 11). Como conclusión, los dos hermanos se encuentran, y parten en paz.

Las personas somos conflictivas.  Tenemos distintos intereses, pasiones, deseos, temperamentos.

Aunque no los tuvieran, igual entrarían en conflicto, como todo padre o madre sabe. Los hijos – y no solo ellos – demandan atención, y no se puede ser equitativo con todos todo el tiempo.

La única respuesta es “conocerse a uno mismo”.

Debemos luchar con nosotros mismos, como lo hizo Jacob en esa noche, quitar de nuestra mente a la persona con la que nos comparamos constantemente, aceptar que algunas personas nos querrán por lo que defendemos y otras no, comprender que es mejor lograr el respeto de algunos que la popularidad de todos.

Esto puede significar toda una vida de lucha, pero el resultado es una fortaleza inmensa.

Nadie es más fuerte que los que saben qué son y quiénes son.

¿Nos conocemos a nosotros mismos?

 

Amanda Adriana Arimayn. Arquitecta

Arieh Sztokman. Rabino

Tel. +5491144384946

Mail: rabinoariehsztokman40@gmail.com

Blog. AriehEducando – Link. https://escueladeamor2022.blogspot.com

 

 

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