¿HABLAMOS CON DIOS?

 

¿Hablamos con Dios­?

 

En este próximo Shabat 14 de enero de 2023 del calendario gregoriano, 21 del mes de Tevet de 5783 del calendario hebreo, leemos en la Torá la parashá Shemot (Exodo 1:1 – 6:1)

 

A partir del capítulo 3 versículo 4 del segundo libro de la Tora llamado Éxodo comienza un dialogo entre Dios y Moisés.

“Ven, por tanto, ahora, y te enviare a faraón, para que saques de Egipto a Mi pueblo, los hijos de Israel. Entonces Moisés respondió a Dios ¿Quién soy yo para que vaya a faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” (Éxodo 3:10/11)

Como consecuencia de ello surgen preguntas, a saber:

¿Dios hablaba de la misma manera que hablamos los seres humanos? ¿En que idioma hablaban Dios y Moisés? ¿Dios escuchaba las palabras de Moisés? ¿Acaso tenía oídos? ¿Hablar es solo comunicación verbal? ¿Podemos hablar sin palabras? ¿La persona hipoacúsica no tiene comunicación con Dios? ¿Acaso Moisés estaba rezando?

¿Qué es rezar?

Rezar puede consistir en pensar o pronunciar ciertas ideas que se pretenden transmitir a Dios.

En este caso, el rezo es una especie de diálogo, donde recibir la eventual respuesta de la divinidad es una cuestión de fe

El verbo rezar viene del latín recitare que también nos da el cultismo recitar.

Recitare en principio es leer en voz alta, especialmente también leer un listado.

El verbo en hebreo lehitpalel que significa “rezar”, es reflexivo, implicando una acción hecha a uno mismo.

Literalmente significa “juzgarse a uno mismo.”

A veces, es necesaria una gran crisis para hacernos entender cuán egocéntricos hemos sido.

La única pregunta suficientemente fuerte como para atribuir un significado a la existencia, no es “¿Qué es lo que necesito de la vida?” sino “¿Qué necesita la vida de mí?”

Esa es la pregunta que escuchamos cuando rezamos de verdad.

Más que un acto de hablar, el rezo es el acto de escuchar - lo que Dios desea de nosotros, aquí y ahora.

Lo que descubrimos - si logramos crear ese silencio del alma - es que no estamos solos.

Estamos aquí porque alguien, Uno, lo quiso, y Él nos ha asignado una tarea que solo nosotros podemos hacer.

Y emergemos fortalecidos, transformados.

Más que cambiar a Dios, el rezo nos cambia a nosotros.

Nos permite ver, sentir, saber que “Dios está en este lugar.”

¿Cómo arribamos a esa percepción?

Yendo más allá de la primera persona del singular, para que por un momento podamos, decir “No conozco el Yo.”

En el silencio del “yo” encontramos el “Tú” de Dios.

Al respecto el Rabino Jonathan Sacks (Z”L) en su libro Celebrar la vida, escribió: “A veces a través del encuentro con personas de otra fe podemos aprender cosas importantes respecto de la fe de uno mismo.

Mucho he aprendido de la historia de la Madre Teresa de Calcuta.

Ella estaba siendo entrevistada por un periodista respecto de su vida y su fe.

En un momento de la entrevista el periodista le preguntó que es lo que ella le dice a Dios cuando esta rezando, contestó:

Yo no digo nada, solo escucho.

Y cuando usted esta escuchando, pregunto el periodista, ¿Qué le dice Dios?

El (Dios) no dice nada, contestó, El (Dios) solo escucha.

Antes que el periodista pudiera decir palabra alguna ella le dijo: Si usted no entiende esto, nada le puedo explicar.

Judaísmo es una religión ruidosa. Rezamos todos juntos y en voz alta. ¿Hablamos con Dios?

Sugerimos en este siglo XXI, año 2023, preguntarnos a nosotros mismos que estamos haciendo en nuestra relación con Dios y generar los cambios que hagan falta, inclusive cambiando la tradición de muchos años.

 

Amanda Adriana Arimayn. Arquitecta

Arieh Sztokman. Rabino  

 

 

 

 

 

 

 

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