BENDICIONES. Parashá NASÓ 2023

 

BENDICIONES.

                Amanda Adriana Arimayn. Arquitecta

Arieh Sztokman. Rabino

           

En este próximo Shabat, 3 de junio de 2023 del calendario gregoriano, 14 de Sivan de 5783 del calendario hebreo, leeremos la parashá Nasó (Números 4:21 – 7:89)

 

Nasó, la parashá que leeremos este Shabat es la más extensa de las parshiot. Sin embargo, uno de los pasajes más conmovedores, que además es uno de los que más impacto ha producido en el curso de la historia, es realmente muy corto, es conocido por mucha gente, y es la bendición sacerdotal.

El Señor le dijo a Moisés: Dile a Aaron y a sus hijos: Así bendecirán a los hijos de Israel, diles a ellos: “Que el Señor te bendiga y te proteja; que el Señor ilumine Su rostro hacia ti y te conceda Su gracia; que el Señor torne Su rostro hacia ti y te conceda la paz. Pondrán Mi nombre sobre los hijos de Israel y Yo los bendeciré.” (Números 6:23/27) 

Este es uno de los más antiguos textos de oración.

 Fue usado por los sacerdotes en el Templo de Jerusalem.

Es recitado, en una casa judía, por los padres cuando bendicen a sus hijos los viernes a la noche.

Es habitual dedicarlo a los novios en la jupá (ceremonia de casamiento).

 Es la más simple y la más hermosa de todas las bendiciones.

Lo que les otorga a esos versos tanta fuerza es su simplicidad y su belleza. Tienen una sólida estructura rítmica. Cada frase contiene tres, cinco y siete palabras respectivamente. En cada una de ellas, la segunda palabra es “el Señor”. En las tres, la primera parte se refiere a una actividad concerniente a Dios: “bendiga”, “ilumine Su rostro”, “torne Su rostro”.

La segunda parte describe el efecto de la bendición sobre nosotros, dándonos protección, gracia y paz. 

En cierta forma también se conectan con la intimidad.

 El primer versículo, “Que el Señor te bendiga y te proteja”, refiere, a bendiciones materiales: sustento, salud física y otros.

 El segundo, “Que el Señor torne Su rostro hacia ti y te agracie” concierne a la bendición moral. 

“Que el Señor torne Su rostro hacia ti”. Hay siete mil millones de personas en la faz de la tierra.  ¿Qué nos hace ser más que una cara en la multitud, una ola en el océano, un grano de arena en la orilla del mar?

 El hecho de que somos hijos de Dios. Él es nuestro padre. Torna su rostro hacia nosotros. Le importa. 

El Dios de Abraham no es una fuerza natural ni tampoco la sumatoria de todas las fuerzas de la naturaleza combinadas.  

Pero el nombre utilizado en las bendiciones sacerdotales y en casi todos los textos de ese tipo es el de Dios en su relación con nosotros como personas, individuos, cada uno con su particular configuración propia de esperanzas y temores, dones y posibilidades.

 Es el aspecto de Dios que nos permite usar el nombre “Tú”.

 Él es el Dios que nos habla y que escucha cuando Le hablamos.

 Cómo ocurre esto, no lo sabemos, pero el hecho de que sí ocurre es esencial para la fe.

Nosotros valemos como individuos porque Dios nos cuida como lo hace un padre con su hijo.

 Ese es uno de los motivos por los cuales las bendiciones sacerdotales están todas en singular, para enfatizar que Dios nos bendice, no sólo colectivamente sino también individualmente.

De ahí el significado de la última bendición. Saber que Dios tornó Su rostro hacia nosotros, que no somos sólo una cara no identificable en la multitud, sino que Dios se relaciona con nuestra singularidad e individualidad, es la más profunda y definitiva fuente de paz.

La competencia, las disputas, la ilegalidad y la violencia provienen de la necesidad psicológica de demostrar que valemos.

Hacemos cosas para comprobar que yo soy más poderoso, más rico o más exitoso que tú.  Puedo provocarte temor. Puedo someterte a mi voluntad, transformarte en mi víctima, mi súbdito, mi esclavo.

Todas estas cosas demuestran, no la fe, sino un profundo fracaso de la fe. 

Fe significa que yo creo que a Dios le importo.

Estoy aquí porque Él quiso que estuviera.

El alma que Él me dio es pura.

Esa es la más profunda fuente de paz interior.

No necesitamos comprobación alguna para saber que estamos recibiendo   una bendición de Dios.

La prueba mas significativa de que estamos siendo bendecidos por Dios es nuestra propia vida.

 ¿Acaso hacemos algo para circule la sangre por nuestras venas? ¿Hacemos algo para que nuestro sistema nervioso funcione?

Todo ello, sin que nosotros nos demos cuenta, son bendiciones de Dios.

Cuando estamos en paz con nosotros mismos, podemos comenzar a estar en paz con el resto del mundo. 

Esto sólo lo hace el amor.

Amor significa que no estamos enfocados en nosotros mismos sino en el otro.

Amor es abnegación. Y solo la abnegación nos permite ser un canal a través del cual fluye una fuerza más grande que nosotros mismos, el amor que “mueve el sol y las otras estrellas,” el amor que trae nueva vida al mundo. 

Para bendecir, debemos amar, y ser bendecido es saber que estamos siendo amados por Él, que es más vasto que el universo, y que sin embargo torna su rostro hacia nosotros como un padre a su hijo adorado.

Saber eso, es encontrar la verdadera paz espiritual.

Nosotros los seres humanos decimos el texto de la bendición, el que nos bendice es Dios.

Eduquemos a todo aquel que quiera ser educado para aprender a que estamos vivos gracias a que Dios nos bendice cada día, a no darlo por sentado, sino por el contrario a valorarlo y agradecer este inmenso regalo inmerecido que recibimos cada día.

 

 

 


 



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