La Eternidad de la FE. Jukat 2023

 

La Eternidad de La FE

                               Amanda Adriana Arimayn. Arquitecta

                        Arieh Sztokman. Rabino

 

En este Shabat 1 de julio de 2023 del calendario gregoriano, 12 de Tamuz de 5783 del calendario hebreo leemos las parshiot Jukat+Balak (Números 19:1 – 25:9)

 

En la parashá Jukat leemos sobre la muerte de dos de los tres grandes líderes de Israel en el desierto, Miriam y Aharón, y de la sentencia de muerte decretada contra el mayor de los tres, Moisés.

Estas fueron pérdidas devastadoras.

Para contrarrestar esta sensación de pérdida y duelo, la Torá emplea uno de los grandes principios del judaísmo: El Santo, Bendito Sea, creó el remedio antes que la enfermedad.

Antes de que se mencione ninguna de las muertes, leemos sobre el extraño ritual de la vaca roja, que purifica a las personas que estuvieron en contacto con un muerto, la fuente arquetípica de impureza.

Ese ritual, a menudo considerado incomprensible, de hecho, es profundamente simbólico.

El ritual implica tomar el mayor emblema de vida, una vaca de color rojo puro, el color de la sangre que es la fuente de la vida, y que nunca tuvo que soportar la carga de un yugo, y reducirla a cenizas.

Eso es la mortalidad, el destino de todo lo que tiene vida.

Abraham dijo que somos "sólo polvo y cenizas" (Génesis 18:27). Dios le dijo a Adam: "Polvo eres y al polvo volverás" (Génesis 3:19).

Pero el polvo se disuelve en "agua de vida" y del agua surge nueva vida.

El agua cambia constantemente.

Nunca entramos dos veces al mismo río, dijo Heráclito.

 Sin embargo, el río mantiene su curso entre las orillas.

El agua cambia, pero el río permanece.

Así también nuestro ser físico un día se reducirá a polvo.

Pero hay dos consuelos.

Final del formulario

El primero es que no somos sólo seres físicos.

Dios creó al primer ser humano "del polvo de la tierra", pero le insufló aliento de vida.

Podemos ser mortales, pero hay dentro nuestro algo que es inmortal.

"El polvo retorna a la tierra, pero el espíritu retorna a Dios que lo dio" (Eclesiastés 12:7).

El segundo es que incluso aquí abajo, en esta tierra, hay algo nuestro que sigue vivo, tal como ocurrió para Aharón en la forma de sus hijos, quienes siguen llevando el nombre del sacerdocio hasta el día de hoy; y Moisés en sus discípulos que estudian y viven por sus palabras hasta la actualidad; y Miriam, en la vida de todas esas mujeres que a través de su coraje les enseñaron a los hombres el verdadero significado de la fe.

Para bien o para mal, nuestras vidas tienen impacto en otras vidas, y las ondas de nuestros actos se expanden incluso a lo largo del tiempo y del espacio.

Somos parte del río eterno de la vida.

Por lo tanto, podemos ser mortales, pero eso no reduce nuestra vida a la insignificancia, porque somos parte de algo más grande que nosotros mismos, personajes que existieron a comienzos de la historia de la civilización y que durará mientras exista la humanidad.

A pesar de que cometemos errores y que morimos, la existencia humana no es trágica.

Moisés y Aharón cometieron errores, pero eso no impidió que estuvieran entre los más grandes líderes que han existido, cuyo impacto se sigue sintiendo hasta la actualidad en la dimensión profética y sacerdotal de la vida judía.

El hecho de que Moisés no viviera para ver a su pueblo cruzar el Jordán, no disminuye su legado eterno como el hombre que, como emisario de Dios, convirtió a una muchedumbre de esclavos en un pueblo libre, llevándolos

al umbral de la Tierra Prometida.

La pregunta es si alguna otra cultura, credo o civilización ha brindado más justicia a la condición humana que el judaísmo, con su insistencia en que somos humanos, no dioses, y que, de todos modos, somos los socios de Dios en la obra de la Creación y el cumplimiento del pacto.

Casi todas las otras culturas han desdibujado la línea entre Dios y los seres humanos.

En el mundo antiguo, generalmente pensaban que los gobernantes eran dioses, semidioses, o intermediarios con los dioses.

El cristianismo y el islam tienen seres humanos infalibles, el hijo de Dios o el profeta de Dios.

Los ateos modernos, se creen y quieren hacernos creer que cada uno de ellos es dios.

No somos dioses, y cuando la gente piensa que lo somos, pasan cosas malas.

Mientras tanto, paradójicamente, mientras mayor era nuestro poder, menos estimábamos a la persona humana.

Los seres humanos somos una maravilla de la creación de Dios, nosotros no hacemos nada y la sangre circula por nuestras venas, nosotros no hacemos nada y nuestro sistema nervioso funciona, asi podríamos seguir, somos una maravilla.

Gracias a los dones que Dios nos ha dado fuimos capaces de crear la aguja hipodérmica que gracias a ellos la medicina nos puede ayudar a vivir sanos,

Hemos creado el avión inmensa mole metálica que lleva dentro de si gran cantidad de peso entre personas y cosas, que es capaz, gracias al ser humano, a levantar vuelo, permanecer muchas horas en el aire de un lugar a otro, aterrizar y hacer que las personas y las cosas se vuelvan a encontrar sanos y salvos.

Hay seres humanos que generaron mucho mal y muertes, aunque parezca mentira fueron y son los menos.

La gran mayoría somos buenas personas, es por ello que las buenas personas debiéramos unirnos para hacer paz y bien sobre la faz de la tierra.

Estas son las dos opciones que rechaza la Torá: demasiada o demasiada poca estima de la humanidad.

Por un lado, ninguna persona es dios.

Nadie es infalible. No hay ninguna vida sin error y defecto,

Por eso es tan importante prestar atención en la parashá que habla de la mortalidad al pecado de Moshé.

Asimismo, era importante decir al comienzo de su misión que no contaba con dotes carismáticas especiales.

No era un orador natural que pudiera influir sobre las multitudes (Éxodo 4:10). Igualmente, la Torá enfatiza al final de su vida que "nadie conoce el lugar de su sepultura" (Deuteronomio 34:6) para que no se convirtiera en un lugar de peregrinación.

Moisés era humano, demasiado humano.

Sin embargo, fue el mayor profeta que ha existido. (Deuteronomio 34:10).

Por otro lado, la idea de que somos nada más que un poco de polvo (escoria química, insectos, moho, una onda dentro del flujo de datos cósmicos), debe estar entre las declaraciones más tontas que fueron formuladas por mentes inteligentes.

Ningún insecto se convirtió en un Voltaire.

Ninguna escoria química se convirtió en un químico.

Ningún flujo de datos escribió grandes libros.

Ambos errores, pensar que somos dioses o que somos insectos, son peligrosos.

Tomados con seriedad pueden llevar a justificar casi cualquier crimen en contra de la humanidad.

Sin un delicado equilibrio entre la eternidad Divina y la mortalidad humana, el perdón Divino y el error humano, podemos provocar mucha destrucción, y nuestro poder para hacerlo crece año a año.

Esa es la idea transformadora de Jukat: somos polvo de la tierra, pero tenemos dentro el aliento de Dios.

Fallamos, pero de todos modos podemos alcanzar la grandeza.

Morimos, pero la mejor parte de nuestro ser sigue viva.

El maestro jasídico Rabí Simja Bunim de Peshischka dijo que debemos tener dos bolsillos…

En uno tenemos que tener una nota que diga "Sólo soy polvo y cenizas".

En el otro tenemos que tener una nota que diga: "El mundo fue creado para mí".

La vida está en la tensión entre nuestra pequeñez física y nuestra grandeza espiritual, la vida y la eternidad de la fe por la cual vivimos.

La derrota, la desesperación y la sensación de tragedia son siempre prematuras.

La vida es bella, cuando levantamos los ojos al cielo, caminamos erguidos.

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