NO ODIES. Parasha Ki Tetze.

 

NO ODIES.

            Amanda Adriana Arimayn. Arquitecta

            Arieh Sztokman. Rabino

 

En este Shabat 26 de agosto de 2023 del calendario gregoriano, 9 del mes de Elul de 5783 del calendario hebreo, leemos en la Torá la parashá Ki Tetze (Deuteronomio 21:10 – 25:19)

 

No odies al edomita, pues es tu hermano. No odies al egipcio pues fuiste extranjero en su tierra. (Deuteronomio 23:8)

Si quieres vivir feliz un día, véngate. Si quieres vivir feliz toda tu vida, perdona.

El odio, en muchos casos, surge en relación con nuestro sistema de valores.

Como el amor hacia algo o alguien, el odio también es un sentimiento  

La rotunda intolerancia hacia los pensamientos o conductas de alguien son, en gran medida, lo que hace que se la odie

Lo que Moisés nos dice son mandamientos muy inesperados.

Examinarlos y comprenderlos será para nosotros una lección importante sobre la sociedad en general.

Primero, una visión global.

Los judíos han sido objeto de discriminación racial con más intensidad y durante más tiempo que cualquier otra nación en la tierra.

Por lo tanto, debemos cuidarnos aún más de no ser nunca culpables de lo mismo, no hacer a otros lo que nos han hecho a nosotros.

Nuestra creencia es que Dios nos creó a cada uno de nosotros, sin distinción de color, clase, cultura o credo, a Su imagen.

Si despreciamos a otras personas por su raza, estamos menospreciando la imagen de Dios y faltando el respeto a la dignidad humana. 

“Primero corrígete, luego corrige a los demás,” dice el Talmud (Baba Metzia 107b).

El Tanaj (Biblia hebrea) califica negativamente a algunas otras naciones, pero siempre por sus falencias morales, nunca por su color o etnicidad.

Ahora veamos los dos mandamientos de Moisés contra el odio, ambos sorprendentes. 

“No desprecies al egipcio, pues tú has sido extranjero en su tierra.”

Este es extraordinario.

Los egipcios esclavizaron a los israelitas y concibieron un programa de lento genocidio, impidiendo que salieran a pesar de las plagas que tuvieron un efecto devastador sobre su tierra.

¿No son estos motivos para odiar?  Es cierto.

Pero los egipcios refugiaron inicialmente a los hijos de Israel en los tiempos de hambruna.

Ellos honraron a José cuando fue nombrado segundo del Faraón.

Las maldades que cometieron contra los hebreos fueron causadas por “un nuevo Rey que no había conocido a José” (Éxodo 1:8) y a instancias del Faraón, no del pueblo en sí.

Además, fue la hija del mismo Faraón la que rescató y adoptó a Moisés.

La Torá hace una clara distinción entre los egipcios y los amalekitas.

Estos últimos están destinados a ser los enemigos eternos de Israel, pero los anteriores no.

La sabiduría de precepto de Moisés de no despreciar a los egipcios brilla aún hoy.

Si el pueblo hubiera seguido odiando a los opresores de entonces, Moisés habría sacado a los hijos de Israel de Egipto, pero no a los opresores de entre los israelitas.

Habrían continuado siendo esclavos, no físicamente pero sí psicológicamente.

Serían esclavos del pasado, cautivos de las cadenas del resentimiento, imposibilitados de construir un futuro. 

Para ser libre, debes liberarte del odio.

Es una verdad difícil pero necesaria.

Puede ser que Esaú odie a Jacob, pero no significa que Jacob deba odiar a Esaú.

Contestar odio con odio es bajarte al nivel de tu oponente.”

Como escribió Martin Luther King Jr. “La oscuridad no puede desplazar a la oscuridad, solo la luz puede hacerlo. El odio no puede desplazar al odio, solo lo puede hacer el amor.”

Toda la oscuridad del mundo no puede apagar la luz de una sola vela.

Es lo más fácil del mundo convertirse en líder movilizando las fuerzas del odio.

Es lo que decenas de predicadores del odio hacen en la actualidad, frecuentemente usando internet para comunicar paranoia e incitar a actos de terror.

El lenguaje del odio es capaz de crear enemistad entre personas de distinta fe y etnicidad que habían vivido juntos en paz durante siglos.

Ha sido consistentemente la fuerza más destructiva de la historia, y aún el conocimiento del Holocausto no lo ha logrado frenar, mismo en Europa.

El liderazgo en su aspecto más elevado transforma a los que lo ejercitan y a los influenciados por él.

Los grandes líderes hacen que la gente sea mejor, más amable, más noble que lo que hubiera sido de otra manera.

Ese fue el logro de Washington, Lincoln, Churchill, Gandhi y Mandela.

El caso paradigmático fue el de Moisés, el hombre que ha tenido la influencia más duradera que cualquier otro líder de la historia.

Esto lo hizo enseñando a los hijos de Israel a no odiar.

Un buen líder lo sabe: Odia al pecado, pero no al pecador.

No olvides el pasado, pero no permanezcas cautivo de él.

Debes estar dispuesto a luchar contra tus enemigos, pero nunca te permitas ser definido por ellos ni ser como ellos.

Aprende a amar y perdonar. Reconoce lo que hacen los malvados, pero concéntrate en lo bueno que está dentro de nuestras posibilidades de hacer.

Solo así podremos elevar la moral de la humanidad y ayudar a redimir el mundo que compartimos.

Se considera enemigo a una persona o grupo de personas que no se quieren o por motivos políticos radicales tales como el invadir a otro país por la captura de sus Recursos naturales.

A diferencia del adversario, el enemigo es la expresión radical de la diferencia entre personas, el antagonismo exacerbado o el desacuerdo extremo, innegociable e intolerante entre entes sociales, políticos, religiosos, etc.

Reconocer el origen de nuestro disgusto: identificar la causa de nuestro enfado o apatía de la cual surge el odio es, probablemente, el primer paso para superarlo.

Pero no se trata solo de determinar cuál acción o evento originó el odio, sino de qué parte de nuestro sistema de valores o creencias, de nuestro sentido de la justicia o de verdad, etc., se vio vulnerado o afectado, de analizar dicha afectación.
Analizar nuestra historia personal: El sociólogo francés Pierre Bourdieu planteó que todo lo que nos gusta o nos disgusta tiene un sentido arraigado en la cultura, en la formación social, en la cual todas las personas interaccionan y se forman como individuos.

Es decir, estimamos o desestimamos algo, en gran parte, gracias a formaciones simbólicas y emocionales que no son propias, sino aprendidasheredadas o en las que hemos sido obligados a creer y nunca cuestionamos.

Analizar nuestra historia personal y cuestionarnos nuestras propias convicciones puede ayudar a superar el odio, puesto que puede deberse a aspectos aprendidos o heredados pero que poco tienen que ver con nuestra experiencia genuina de la vida.
Dejar atrás las intenciones: muchos pensadores han indagado sobre las intenciones como dimensión de los actos humanos, sin embargo, la intencionalidad la no-intencionalidad de los actos son condiciones difíciles de determinar más allá del juicio personal, y este juicio, como es de suponerse, suele resultar limitado y parcial.

Por eso es conveniente atender menos a la intencionalidad de un acto y más a la necesidad de comprenderlo en contextos más amplios que permitan una comprensión más humana de todo lo que nos parezca que nos agrede o daña.
 

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