HASTA LOS CIENTO VEINTE

 

 HASTA LOS CIENTO VEINTE

                        Amanda Adriana Arimayn. Arquitecta

                        Arieh Sztokman. Rabino

Este Shabat 2 de agosto de 2025 del calendario gregoriano, 8 de Av de 5785 del calendario hebreo, leemos en la Torá la parashá Devarim

(Deuteronomio 1:1 – 3:22)

 

“Hasta los ciento veinte.” 

Ese número está establecido como el límite máximo de longevidad en Génesis 6:3 y está asociado especialmente a Moisés, sobre el cual dice la Torá: 

“Moshé tenía ciento veinte años cuando murió, pero sus ojos permanecieron sin velo y su fortaleza intacta” (Deuteronomio.34: 7). 

Algunas personas dicen “Hasta cien como veinte” y algunas otras pueden decir “porque me pones límites”.

Moisés es el ejemplo de cómo envejecer bien.

Con la extensión actual de la longevidad humana, este es un tema importante y significativo para muchos de nosotros. ¿Cómo se hace para envejecer y seguir siendo joven? 

Hoy en día en este siglo XXI que vivimos podemos preguntarnos ¿Qué es envejecer y que es ser joven?

Tratando de responder a estas preguntas se deben considerar, desde el tipo de personalidad, inteligencia, salud, hábitos y relaciones.

Entre las múltiples dimensiones del envejecimiento exitoso, se identificaron a dos que son especialmente relevantes en el caso de Moisés. La primera es la que él llama generatividad, o sea, el ocuparse de la generación siguiente, lo define como “invertir en la propia existencia mediante formas de vida y trabajo que trascenderán al individuo.”

En la mitad de la vida, o más adelante, cuando hemos desarrollado una carrera, una reputación y una serie de relaciones, podemos estancarnos o decidir hacer una devolución a la comunidad, a la sociedad o a la futura generación.

La generatividad está marcada a menudo por la creación de nuevos proyectos, frecuentemente voluntarios, o aprender nuevas habilidades.

En nuestro caso particular hemos optado por transmitir lo que vamos aprendiendo del libro “Tener o Ser” escrito hace tiempo por Erich Fromm, en una sociedad regida en gran parte por conceptos económicos que se refieren al tener nosotros nos ocupamos principalmente del ser.

Desarrollar nuestro interior, agradecer a Dios diariamente por los regalos que nos hace, aceptar las dificultades físicas que se nos generan por estar cumpliendo años, es decir estar envejeciendo, y sobre todo vivir con alegría porque estamos vivos y agradecidos porque es de bien nacido ser agradecido.

Aceptar lo que hemos logrado a lo largo de nuestra vida en lugar de quejarse porque queremos diferente.   

No podemos correr, pues caminemos y hagámoslo con alegría.

Esto marca una capacidad de apertura mental, es decir aprender y modificarnos, y además cuidarnos.

Otra dimensión relevante es ser el guardián del significado.

Eso quiere referirse a la sabiduría que viene con la edad, algo que por lo general es más apreciado por las sociedades tradicionales que por las modernas o posmodernas.

Los “ancianos” mencionados en el Tanaj (Biblia hebrea) son valorados por su experiencia.

“Pregúntale a tu padre y él te dirá, a tus mayores, y ellos te lo explicarán,” Dice la Torá (Deuteronomio. 32:7). “¿No se halla la sabiduría en los mayores? ¿La larga vida no trae comprensión?

“En los cabellos blancos esta la sabiduría y en la edad avanzada, la inteligencia” (libro de Job (12: 12). 

Lo que dice Job no es en todos los seres humanos, no obstante ello, casi todas las personas tienen para enseñarnos sus vivencias, sus aciertos y errores.

Ser el guardián del significado consiste en entregar los valores del pasado al futuro.

La edad trae consigo la reflexión y desapego que nos permite dar un paso atrás y no ser sometidos a la moda del momento, al estilo pasajero o a la locura de la multitud.

Necesitamos esa sabiduría especialmente en una era tan acelerada como la actual donde enormes éxitos pueden ser logrados por personas aún bastante jóvenes.

Si analizamos las carreras de figuras icónicas como Bill Gates, Steve Jobs y Mark Zuckerberg, observaremos que en un momento determinado se dirigieron a mentores mayores que los ayudaron a navegar a través de las tumultuosas corrientes de sus éxitos.

Asé lejá rav, “Adquiere para ti un maestro” sigue siendo un consejo esencial.  

Lo que es impactante del libro de Devarim (Deuteronomio), que transcurre enteramente en el último mes de la vida de Moisés, es cómo describe al anciano, pero aún apasionado líder dedicado a la doble tarea de la generatividad y de ser el guardián del significado. 

Habría sido sencillo para él retirarse a un mundo interno de remembranzas, reviviendo los logros de su extraordinaria vida, elegido por Dios para ser la persona que condujo a todo un pueblo de la esclavitud a la libertad, hasta las puertas de la Tierra Prometida.

O podría haberse dedicado a recapacitar sobre sus fracasos, sobre todo por el hecho de no haber podido entrar físicamente en la Tierra, para llegar a la cual había dedicado cuarenta años de liderazgo.

Hay personas – seguramente conocerán algunas – que están obsesionadas por sentir que no han logrado el reconocimiento que merecían, algo que soñaban cuando jóvenes. 

Moisés no hizo nada de esto.

En sus últimos días dedicó su atención a la próxima generación y se embarcó en un nuevo rol. Ya no fue Moisés el libertador y legislador, sino que asumió la tarea por la cual se lo conoce tradicionalmente: Moshé Rabenu, “Moisés nuestro maestro.” Fue, de alguna manera, su mayor logro. 

Les contó a los jóvenes quiénes eran, de dónde venían y cuál sería su destino.

Les dio leyes, y de una forma novedosa. Ya no puso el énfasis sobre el encuentro Divino como en Vaikrá (Levítico) o sobre los sacrificios como en Bamidbar (Números), sino en las leyes dentro de su contexto social.

Tuvo en cuenta la realidad que vivía y esos nuevos conceptos los transmitió a la nueva generación de conducidos

Habló sobre la justicia, el cuidado de los pobres, la consideración con los empleados y el amor al extranjero.

Estableció los fundamentos de la fe judía en forma más sistemática que en cualquiera de los otros libros del Tanaj. Les comentó acerca del amor de Dios por sus ancestros, y los urgió  a devolver ese amor con todo su corazón, fuerza y alma.

Restableció el pacto, recordándole al pueblo las bendiciones que recibiría si mantenía su fe en Dios, y caso contrario, las maldiciones que sufriría.y finalmente bendijo a las tribus en su lecho de muerte. 

Él les mostró el significado de generatividad, dejando tras de sí un legado que lo trascendió, y lo que significa ser el guardián del significado, resumiendo toda su sabiduría para reflexionar sobre el pasado y el futuro, y dándoles a los jóvenes el regalo de su larga experiencia.

Como ejemplo personal de esto, les demostró lo que significa envejecer permaneciendo joven.

Sobre el final mismo del libro, leemos que a los 120 años “el ojo de Moisés permanecía sin velo y su energía natural sin disminución”

(Deuteronomio. 34:7).

Pensamos que éstas eran dos simples descripciones, hasta que nos percatamos de que la primera era una explicación de la segunda.

La energía de Moisés estaba intacta debido a que su ojo permanecía claro, significando que no había perdido el idealismo de su juventud, su pasión por la justicia, vivir con honestidad y el concepto de moral elevado, y por las responsabilidades que trae la libertad. 

Es fácil abandonar los ideales cuando se comprueba lo difícil que es cambiar, aunque sea una pequeña parte del mundo, pero al hacerlo uno se vuelve desilusionado, cínico, desencantado.

Esa es una forma de muerte espiritual.

Los que no lo hacen, los que nunca se rinden, los que ven alrededor de sí un mundo de posibilidades y alientan y empoderan a los que les siguen, mantienen su energía espiritual intacta. 

Hay quienes hacen su mejor trabajo cuando son jóvenes.

Pero muchos otros fueron mejorando con el paso de los años. Viejos maestros y jóvenes genios que los que son innovadores conceptuales hacen su mejor labor cuando son jóvenes, mientras que los innovadores experimentales, los que aprenden por ensayo y error, mejoran con la edad.

Hay algo que nos moviliza al ver a Moisés, casi a los 120 años mirando hacia adelante además de hacia atrás, compartiendo su sabiduría con los jóvenes, enseñándonos que mientras el cuerpo puede envejecer, el espíritu puede mantenerse joven ad mea veesrim, hasta los ciento veinte, si mantenemos nuestros ideales, devolvemos a la comunidad y compartimos nuestra sabiduría con los que nos sucederán, inspirándolos para continuar lo que nosotros no pudimos completar.

 

SHABAT SHALOM

 

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