LOS DESAFIOS MORALES DEL SIGLO XXI

 

LOS DESAFIOS MORALES DEL SIGLO XXI.

                   Amanda Adriana Arimayn. Arquitecta

                   Arieh Sztokman. Rabino

En este Shabat 9 de agosto de 2025 del calendario gregoriano, 14 de Av de 5785 del calendario hebreo leemos en la Torá la parashá Vaetjanan (Deuteronomio 3:23 – 7:11)

 

Los desafíos morales del siglo XXI.

Es la llave que permite acceder a todo el proyecto delineado por Moisés en Sefer Debarim (Libro Deuteronomio), el quinto y último libro de la Torá.

El tema era pactos y compromisos. En la actualidad, mucha gente de Occidente tiene aversión a los compromisos, recelosos de atarse incondicionalmente y en forma concluyente a alguien.

La mentalidad de mercado que predomina ahora nos anima a probar esto, tomar una muestra de aquello, experimentar y mantener las opciones abiertas para conseguir la versión más reciente o la más conveniente.

Los compromisos de lealtad son pocos y espaciados.

“Estar juntos, pero separados” describe a parejas que comparten una relación íntima, pero eligen vivir en casas separadas.

Hoy en día la libertad es concebida como libertadde, o sea, ausencia de restricción.

No nos gusta estar atados.

Pero la libertad que verdaderamente vale la pena tener es la libertadpara, o sea, la capacidad de hacer algo difícil y que requiere esfuerzo y capacidad.

La libertad en este sentido no significa ausencia de restricción, sino la elección de la restricción adecuada.

Eso significa un compromiso, que a la vez lleva elegir descartar otras opciones.

Compromiso es enamorarme de alguien y luego construir una estructura de conducta que lo sostenga.

El amor es la base sobre la cual se ha de construir una estructura que perdure.

En la tradición judía, en el casamiento, el varón santifica a la mujer. Ello significa que el varón elige y separa a esa mujer de todas las demás mujeres y entre ambos hacen un pacto de convivencia. 

Me impactó como una hermosa vía para englobar una de las características fundamentales de Sefer Debarim específicamente, y del judaísmo en general.

El libro de Deuteronomio es más que una mera serie de discursos de Moisés en los últimos meses de su vida, el legado ético para las generaciones futuras.

También es más que Mishné Torá (la repetición de la Torá)  la confirmación de las leyes y la historia del pueblo judío a partir de su estadía en Egipto.

Se trata de una afirmación teológica fundamental de lo que el judaísmo es.

Intenta integrar la narrativa y la ley en una única visión coherente. Lo que sería crear una sociedad libre, gobernada por la ley bajo la soberanía de Dios: una sociedad de justicia, compasión y respeto por la dignidad humana. Está concebida en base a un acto de consentimiento mutuo de Dios hacia un pueblo y de ese pueblo con Dios.

El compromiso en sí es un acto de amor.

En la esencia de ese acto están las famosas palabras de Shemá Israel (escucha Israel) que están en la parashá de esta semana; “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda el alma, y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio. 6:5), que a su vez es la declaración de fe de todo judío.

La Torá es la narrativa fundacional de la tensa, y a veces tempestuosa, unión entre Dios y el pueblo, frecuentemente terco. Es una historia de amor.

Podemos ver cuán primordial es el amor en el libro de Deuteronomio, al ver la frecuencia con la que aparece la raíz, “amar”, en cada uno de los cinco libros de la Torá.

Repetidas veces escuchamos referencias sobre el amor en ambas direcciones: de los hijos de Israel a Dios y de Dios a los hijos de Israel.

Citamos algunos ejemplos:

El Señor no manifestó Su afecto ni los eligió a ustedes por ser más numerosos que otros pueblos, ya que ustedes lo eran menos. Lo hizo porque el Señor los amó… (Deuteronomio: 7: 7-8)

Al Señor, vuestro Dios, le pertenecen los cielos, aún los más altos, la tierra y todo lo que hay en ella. Pero el Señor ligó su afecto a vuestros antepasados y los amó, y Él los eligió a ustedes, sus descendientes, entre todas las naciones – como es al día de hoy. (Deuteronomio: 10: 14-15)

El Señor vuestro Dios no quiso escuchar a Bilaam sino que tornó la maldición en bendición para ustedes, porque el Señor vuestro Dios los ama. (Deuteronomio: 23: 5)

La verdadera pregunta es cómo esta visión se conecta con el contenido legal, (halájico), de la mayor parte de Debarim (Deuteronomio)

Por un lado, tenemos esta apasionada declaración de amor por parte de Dios a un pueblo, y por el otro hay un código legal que cubre la mayoría de los aspectos de la vida de los individuos y de la nación, una vez que entren en la Tierra Prometida.

Ley y amor no son cosas que naturalmente vayan juntas. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?

El compromiso es enamorarse de alguien y después erigir una estructura de comportamiento en su derredor para sostener ese amor en el tiempo.

La ley, es la estructura del comportamiento.

El amor es una pasión, una emoción, un estado enaltecido, una experiencia cumbre.  

Pero un estado emocional no puede garantizarse eternamente.

Ese es el motivo por el cual precisamos leyes, rituales, hábitos de acciones.

Los rituales son el marco que mantiene vivo al amor.

Los rituales sostuvieron el amor entre Dios y el pueblo.

Se oyen cadencias de ese amor a través de las generaciones. Está en el libro de Salmos: “Tú, Dios eres mi Dios, te busco con sinceridad; Clamo por Ti, todo mi ser te anhela, en una tierra seca y yerma donde no hay agua” (Salmo. 63:1).

Está en Isaías: “Aunque las montañas se sacudan y los montes se remuevan, Mi amor constante por ustedes no se sacudirá ni Mi pacto de paz se removerá” (Isaias. 54: 10).

Está en el sidur (libro de oraciones), en la bendición de Shemá: “Tú nos has amado con gran amor / con amor duradero.”

Y permanece en las canciones compuestas año tras año en el Israel actual.

Aunque se refieran al amor nuestro por Él, o del de Dios por nosotros, el amor sigue vigente después de miles de años.

Es un período sustancial para que dure un amor, y creemos que será para siempre.

¿Podría haber ocurrido sin los rituales, los 613 preceptos que llenan nuestros días y nos recuerdan la presencia de Dios? Entendemos que no.

Las veces que los judíos abandonaron la vida de los preceptos, en pocas generaciones perdieron su identidad.

Sin los rituales, eventualmente el amor muere.

Con ellos el resplandor de las brasas permanece, y aún tienen la posibilidad de estallar en llamas.

No todo día de un largo y feliz matrimonio se vive como una boda, pero aún un amor envejecido todavía será poderoso si la coreografía de devoción afectuosa, el ritual de la cortesía y el cariño se sostienen.

En la vasta literatura halájica (legal) encontramos el ‘cómo’ y el ‘qué’ de la vida judía, pero no siempre el ‘por qué.’

El lugar especial que tiene el Sefer Debarim (Libro Deuteronomio) en el judaísmo como un todo, es que aquí, más claramente que en cualquier otro lugar, encontramos el ‘por qué.’

La ley judía es la estructura de comportamiento construida en el marco del amor entre Dios y su pueblo, de forma que el amor se mantiene más allá del decaimiento de la pasión de los sentimientos iniciales.

De ahí la idea transformadora de vida: si deseamos tener un amor que no muera, construyamos en su derredor una estructura de rituales – pequeños actos de bondad, pequeños gestos de sacrificio por la persona amada – y seremos recompensados con una silenciosa alegría, una luz interna que durará toda la vida.

 

SHABAT SHALOM

 

 

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