LA FE DE DIOS.
LA FE DE DIOS.
En este Shabat 22 de octubre de 2022 del calendario
gregoriano, 27 del mes Tishrei de 5783 del calendario hebreo, leemos en la Torá
la parashá Bereishit-en el principio-Genesis 1:1 – 6:8
Cuando se abre la Torá vemos a Dios creando el
universo día a día, trayendo el orden frente al caos, creando la vida a partir
de la materia inanimada, y la flora y fauna, con toda su maravillosa
diversidad.
En cada etapa Dios ve lo que hizo y declara: es bueno.
Entonces, ¿qué fue lo que no funcionó? ¿Cómo es que
entró la maldad en escena, poniendo en marcha el drama que la Torá registra?
La respuesta simple, es el hombre, Homo Sapiens,
nosotros.
Sólo nosotros, de entre todas las formas de vida
conocidas hasta ahora, tenemos libre voluntad, capacidad de elección y
responsabilidad moral.
Los animales no se preocupan por el calentamiento
global, no hablan.
Es esta capacidad compleja de hablar, pensar,
elegir entre diversas alternativas de acción la que es a la vez nuestra gloria,
nuestra carga y nuestra vergüenza.
Cuando hacemos el bien, somos poco menos que
ángeles.
Cuando generamos el mal, somos peores que las
bestias.
¿Por qué entonces corrió Dios el riesgo de crear
una forma de vida capaz de destruir el mismo orden que Él había creado y
declarado bueno?
¿Por qué Dios nos creó?
Esta es la pregunta planteada
Cuando
el Santo, Bendito sea, vino a crear el hombre, creó un grupo de ángeles
dedicados a él y les preguntó: “Están de acuerdo en que procedamos a crear
al hombre según nuestra imagen?”
Ellos contestaron: “Y cuáles serán sus acciones”?
Dios les mostró la historia de la humanidad.
Los ángeles le replicaron: “Qué es lo que tiene el hombre que Tú lo
consideras tanto?» (Que el hombre no sea creado)
Y Dios destrozó a los ángeles.
Él creó un segundo grupo y les hizo la misma pregunta y ellos le dieron la
misma respuesta. Dios los destruyó.
Creó un tercer grupo de ángeles y ellos le contestaron “Soberano del
Universo, el primero y el segundo grupo de ángeles Le dijo que no creara al
hombre y no les hizo caso. No los escuchó. Qué otra cosa podemos decir que
esto: el Universo es Suyo, haga con él lo que desee.
Y Dios creó al hombre.
Pero cuando vino la generación del Diluvio, y luego la de los que construyeron
la Torre de Babel, los ángeles le dijeron a Dios: “No tenían razón los
primeros ángeles? ¿Ha visto qué grande es la corrupción de la humanidad?”
Y Dios les respondió: (Isaías 46 :4) “Hasta que envejezcan Yo seré siempre el mismo, y
hasta que encanezcan Yo los sostendré y los libraré”
Luego de cada acto de creación en Génesis 1, la
Torá nos dice: “Dios dijo ‘Que así sea’… Y ocurrió…”
Sólo en el caso de la creación de la humanidad, hay
un prefacio, un preludio. Y Dios dijo, “Hagamos al hombre a nuestra imagen, a
nuestra semejanza…” ¿Quién es el “nosotros”? ¿Y por qué el preámbulo?
En su modalidad sutil y profunda, los sabios
contestaron ambas preguntas diciendo que un emprendimiento de esta envergadura
requiere una consulta con los ángeles.
Eran ellos los “nosotros”.
Pero ahora la pregunta es verdaderamente muy
profunda, pues al crear a los seres humanos, Dios generó la única forma de
existencia, con la excepción de Él mismo, con la capacidad de la libertad de
elegir.
Es ése el significado de la frase “a Mi imagen y
semejanza.”
Porque el hecho saliente de Dios es que no tiene
imagen.
Hacer una imagen de Dios es el arquetipo de la
idolatría.
Esto no sólo significa que, Dios es invisible.
No puede ser visto.
No puede ser identificado con nada de la
Naturaleza: ni la luna, ni el sol, el trueno, el relámpago, el océano, ni
ninguna de las otras fuerzas u objetos que los pueblos adoraban en ese tiempo.
En este sentido, Dios no tiene imagen.
Al adorar a un Dios invisible, los judíos
inclinaron la balanza de la civilización, de lo físico a lo espiritual, de lo
tangible a lo intangible.
Pero la idea de que Dios no tiene imagen es más
profunda que todo esto. Significa que Dios no puede ser conceptualizado,
comprendido o que se puedan predecir sus actos.
Dios no es una esencia abstracta; Él es una
presencia viviente. Dios está por encima de todo lo creado, no depende de
nadie.
Ese es el sentido de su autodefinición frente a Moisés
en la zarza ardiente: “Seré El que Seré”, significando, “Seré lo que Yo elija
ser.” Yo soy el Dios de la libertad, el que le otorgó la libertad a la
humanidad, y estoy por liderar a los hijos de Israel para salir de la
esclavitud hacia la libertad.
Cuando Dios hizo a la humanidad a Su imagen,
significa que Dios le dio a los seres humanos la libertad de elegir, para que
nunca se pueda predecir lo que van a hacer.
Ellos también, dentro de los límites de nuestra
mortalidad y finitud, serán lo que elijan ser.
Lo cual significa que cuando Dios le dio a los
seres humanos la libertad de actuar bien, también lo hizo para que pudieran
actuar mal, si así lo deciden.
No hay forma de evitar este dilema ni para Dios mismo.
Y así fue. Adán y Eva desobedecieron.
El primer hijo humano, Caín, asesinó al segundo,
Abel, y en un breve período el mundo estuvo colmado de violencia, al igual que
hoy.
Leemos al final de la parashá de esta semana:
Dios vio que la maldad del hombre estaba en
incremento. Cada impulso de sus pensamientos más profundos era sólo de maldad,
durante todo el día. Dios se arrepintió de haber creado al hombre en la Tierra,
y estaba apenado hasta su ser más íntimo. (Gen. 6: 5-6).
De ahí la pregunta de los ángeles, la que apunta al
pleno corazón de la fe. ¿Por qué Dios, sabiendo los peligros y los riesgos
implícitos, creó una especie que podía, y efectivamente se rebeló contra Él,
devastó la naturaleza y el medio ambiente, extinguió especies y oprimió y mató
a sus congéneres?
Si bien esta expresado en tiempo pasado,
lamentablemente, los seres humanos siguen haciendo el mal, sino que en vez de
eliminarlo lo incrementan.
Imaginando una conversación entre Dios y los
ángeles, surge una tensión en la mente de Dios mismo.
La respuesta de Dios a los ángeles es
extraordinaria: “Aun con edad avanzada no cambiaré, aún con pelo cano seguiré
siendo paciente.” Significando: Yo, Dios, estoy dispuesto a esperar. Si llevara
diez generaciones para que aparezca Noe, y otras diez para que surja Abraham,
seré paciente. Aunque muchas veces los seres humanos me decepcionen, no
cambiaré. Me desencanté una vez, y traje el Diluvio. Pero después de ver que
los humanos son meramente humanos, nunca más volveré a producir un Diluvio.
Dios creó la humanidad porque tiene fe en la
humanidad.
Mucho más que la fe que tenemos en Dios, Él tiene
fe en nosotros. Podemos fallarle muchas veces, pero cada vez que lo hacemos,
Dios nos dice: “Hasta que envejezcan Yo seré siempre el mismo, y hasta que
encanezcan Yo los sostendré y los libraré”.
Nunca abandonaré la humanidad, nunca perderé la fe.
Esperaré todo lo que sea necesario para que los
humanos aprendan a no oprimir, a no esclavizar o a emplear la violencia contra
otros humanos.
Esta, es la única explicación concebible por la que
un Dios sabio, bueno, todopoderoso y que todo lo ve, haya creado seres tan
falibles y destructivos como nosotros, los seres humanos.
Dios tiene paciencia. Dios tiene perdón. Dios tiene
compasión. Dios tiene amor.
El ser humano, la maravillosa creación de Dios, aprendió
y aprende a hacer muchísimas cosas maravillosas a su imagen y semejanza.
El humano, valiosos, único e irrepetible, se ocupó de
aprender a hacer y desarrollo objetos, no aprendió lo atinente a lo espiritual.
Se sigue peleando para tener poder y ejercerlo sobre todo lo existente.
Quiere tener razón en lugar de vivir en paz.
Le importa tener en lugar de ser.
Ama el poder en lugar de desarrollar el poder del
amor.
Durante siglos, los teólogos, filósofos, rabinos,
sacerdotes, pastores, maestros y muchos más, han estado viendo la religión al
revés, y así nos enseñaron durante mucho tiempo.
El misterio y el milagro no es nuestra fe en Dios,
sino la fe de Dios en nosotros.
Amanda Adriana Arimayn. Arquitecta
Arieh Sztokman. Rabino.
Tel. +5491144384946
rabinoariehsztokman40@gmail.com
Amen, Amén
ResponderEliminar